Letras desde la periferia del regionalismo

Por Evelin Rucker. Posadas, Misiones. Escritora y docente

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 “A la literatura la hacen los críticos; los escritores sólo escriben los libros” señala el crítico uruguayo, mexicano y estadounidense Jorge Ruffinelli.

Los escritores tienen el derecho de escribir lo que quieran y tal como lo quieran escribir. Uno ya escribe con una tonada, con modismos que nos definen y eso enriquece el texto. Es bueno defender esa huella dactilar que es el habla, también en lo escrito. Siempre, claro, dentro del buen escribir y del cuidado de la palabra, dejando el eco de una voz en la memoria que incluye desde el cantito con el que arrastramos algunas letras hasta el mapa lingüístico, la orografía del espíritu.

Tenemos muy presente que el contexto influye, marca, define lo que vamos a contar. Pero finalmente todo dependerá del talento para contar y cantar con libertad creadora, y no continuando normas impuestas por razones extraliterarias como las de los cánones regionales.

Las provincias están asociadas a una estética regional devaluada que raya la subliteratura y al mismo tiempo, desde las editoriales que digitan las lecturas, se espera que nuestros textos reflejen el aire local.

Se pretende, así, de los provincianos, una literatura que conserve una perspectiva nostálgica e idílica sobre regiones agrarias, una literatura impregnada por la descripción del color local, el paisajismo, las figuras arquetípicas, los mitos y leyendas y una caracterización muchas veces positivista de las relaciones humanas y de la naturaleza. Se trata, en suma, de una literatura que sobreestima las características específicas de una región con largos párrafos explicativos, con innumerables adjetivos descriptivos de lugares y costumbres en los que el lenguaje trata de ser fiel al hablado y a las expresiones locales.

Es entonces cuando el exotismo romántico con que se describen páginas y más páginas de repetitivas historias mal redactadas se convierte en uno de los pilares fundamentales de esta devaluación literaria.

Milan Kundera clasifica al provincialismo, regionalismo diría yo, en, por un lugar, una suerte de escritores que admiran tanto su cultura, su paisaje y las experiencias propias les parecen tan ricas, que no necesitan nada más. Por otro lado, ve a quienes por su minusvalía y prejuicios agigantan a la literatura universal y creen no poder compararse a los grandes autores.

Existe, sin embargo, una geografía de la pertenencia por la que podemos caminar libremente, en la que se trata de evitar ser como se espera que se debe ser para satisfacer el imaginario literario idealizado: lejos de los lugares comunes y clichés con que siempre se nos ha caracterizado. Una literatura que pueda estar adscrita a cualquier espacio; metonimia del mundo que no se siente obligada a retratar la realidad de acuerdo a los tópicos que los lectores esperan de ella y que se expande en un movimiento centrífugo de vocación universal y circula, sin necesidad de señalar su patria de origen, con temas y estilos de un deliberado cosmopolitismo. Y en donde, cuando el color local aparece sutilmente, logra transformar las letras en verdaderas postales inolvidables.

Foto: Ana Abian

2 Comments

  1. Genial. Creo que es exactamente así. Así escribe desde un lugar y una postura del mundo pero no necesariamente solo sobre lo regional o propio. Gracias!

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