Por cuenta y riesgo del lector

Por NEACONATUS

La cuestión arranca compleja, Rodrigo Villalba Rojas (Formosa. Docente y Escritor) no se la pondrá fácil al lector y lo obligará a pagar por el disfrute de leer un texto realmente sugestivo. Una suerte de parque de diversiones literarias, feria de pueblo, circo trashumante de ideas y palabras, que de entrada nos advierte que estamos ante: Voces dictadas en la ciudad de Formosa, entre noviembre 2021 y septiembre 2022, era séptima de vuestra claudicación “progildista”. Y sin dar respiro dispara, ametralla con un prólogo apócrifo que firma en alguna dimensión desconocida un tal Antonin Artaud.

Según Villaba Rojas “Se trata de un libro que contiene poemas que fui leyendo en los ciclos under de lecturas de poesía que hubo en Formosa entre el año pasado y éste (Formohumedal, Formoterra, Lollafalopa). No se basa en obras específicas, pero sí abreva en mucho en diferentes textos que leí (ninguno en especial, tomo un poco de todo) y trata de ser una obra contestataria, que discuta con mis registros de escritura pero sobre todo que discuta con la poesía más residual, romantizada (en Formosa hay mucho de esto) y que dialogue con las nuevas poéticas emergentes en nuestro circuito, nuevas exploraciones con el silencio, lo sensorial, los traumas, la violencia. Sobre todo intenta ser mi modo de procesar a través de la literatura (especialmente la poesía) los episodios de violencia en diferentes dimensiones, desde el poder institucional hasta lo doméstico.”

El autor se la juega, y con su palabra poética genera un lanzallamas de creación apremiante y agresiva. Es un grito que espanta en medio de la noche cultural en un territorio casi olvidado. Son versos urgentes, subversivos, preñados de la suciedad de la vida prepotente y feudal.

Se presenta como un “devocionario”: libro pequeño que contiene oraciones para los fieles (RAE). Villalba escribe un libro de poemas para una posible liturgia intercultural venidera. Es un misal herético que irrumpe iconoclasta. Un poemario inverso para las horas de laicos contestatarios. ¿Por qué “inverso”?, porque nos son justamente versos para el retiro del mundanal ruido. Buscan romper la sacristía de los días serenos. Anhelan las palabras salidas como borbotones.

No sabemos, eso sí, por qué se utiliza la palabra “mensurables” en el título. Mensurable es conmensurable, medible, sopesado, valorado. Aunque nos acerca más a lo inconmensurable, una res extensa casi infinita. Nos preguntamos si es parte de un juego desorientador, la constante de todas las páginas.

Si uno de los temas principales de los escritores modernos es el derrumbe de una sociedad hastiada de errores, saturada de lo políticamente correcto (¡así nos va!) Rodrigo se mete, cual Baudelaire ufanado de clarividencia, contra Dios y medio mundo, como si viniera (y es posible que antes de lo pensado) el fin del mundo.

Paul McCartney cantaba Yesterday a los veinticinco años hablando de un ayer, con añoranza (¡Y era un pibe!) como si el futuro ya no fuera a ser. Nos hace acordar a Hugo von Hoffmannsthal (1874-1929) que siendo muy joven pronosticó (no sin razón) el fin del imperio austrohúngaro, de su cultura y de… ¡él mismo! Otro fue, también por aquella época, T.S. Eliot: “Aquí estoy con veinte años, bien perdidos/entreguerra/tratando de aprender a usar palabras/y cada tentativa/es un fracaso// Fracaso/porque uno aprende a dominarlas/para decir/lo que ya no quiere decir/o del algún modo en que/ya no quiere decirlo. / Cada nuevo intento/ es una excursión a lo inarticulado/en el desorden general/ de la inexactitud del sentimiento”.

La “ecuación apasionada entre el hombre, la sociedad, la naturaleza y los objetos” es muy interesante, porque abate la (creída) realeza del hombre, y versos mediante, lo baja del trono al suelo de la naturaleza y lo mete, lo desee o no, entre los objetos que al final son los verdaderos reyes. Y si no, que alguien piense en cruzar la sala de su casa en línea recta, sin esquivar aquí y allá, muebles, sillas, mesas, televisores y abuelas momificadas. Las figuras bastante pétreas y enigmáticas de cosas adentro del domicilio, sin contar todos los obstáculos de la naturaleza exterior, aparecen en figuras de rostros y de sexos múltiples, como si fueran personajes del Atelier du Peintre, de Picasso, y lo hacen rompiendo el sagrado sacramento del buen obrar y decir.

En su libro, parece aullar Rodrigo Villalba Rojas, hay que decirlo todo y de una buena vez.

Nada de preocuparse por dogmas o creencias consagradas. Lo que importa es vislumbrar el inquieto paraje evanescente del mundo, descorrer los velos, y mostrar que somos todos pecadores, insalvables, feligreses de  tótems de humo. Pareciera que Gonzalo buscara el clitorídeo sitio de la poesía para traerla del orden cósmico a la vida tan humana de los terráqueos, y hacernos felices.

La poesía de Villalba Rojas se construye sin mayúsculas ni signos de puntuación. El punto no existe, ni la coma. Y es que tal vez todo no sea más que un largo poema, como si fuera un diamante con distintas caras. O la lente que, eternamente, pule Spinoza. Cuidado, cuando deje de hacerlo el cosmos se desvanecerá. Entonces deberemos echar mano al “nuevo devocionario para la feligresía venidera”. Porque como bien nos advierten unos versos:             

Las últimas palabras en el mundo,

resonaron por ahí donde templa mejor el

                                                        [tirano

y dijo el emperador: «¡Pobre de mí! Creo que me he cagado».

Si lo hizo, quién sabe;

lo cagó todo, es cierto.

ILUSTRACIONES

En tapa: Ambrosius Bosschaert II, Dead frog with flies (óleo sobre cobre, 1630).

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