No te olvides de los que quedamos de Nélida Wisneke

Por Fabricia Alexandra Maidana. Aristóbulo del Valle. Periodista y escritora.

“Cuando las raíces son profundas no hay razón para temerle al viento”, o eso dicen. En una modernidad póstuma hablamos del pasado no como algo hondo, profundo y lejano, sino como una memoria que vuelve, que es continuidad y que se resignifica. Nélida Wisneke, escarba en torno a sus raíces, las abona, repasa las intrincadas vueltas que debieron efectuarse para que el tronco, la rama y sus frutos se desarrollaran.

El título de su novela ya es una apelación a la historia provincial y regional, a veces demasiados laxa sobre ciertos puntos. Y, al mismo tiempo, es imperativa, clama por el ahora:

Não se esqueça de falar

Dos que ficamos aqui.

Não negue de onde viemos

Para assim não me ferir.

Esta novela histórica -de reivindicación histórica- tan brutal en esencia, conmueve en su canto, que suplica memoria a aquellos que se van a lo desconocido, y aún así hacía un futuro mejor. Se parece un poco a las historias que nos han contado, pero ¿en cuantas hay esclavos? ¿qué se dice de las bestias que cazan humanos? Muchos hablan de una selva que cobija, no todos dicen que también esconde, que a veces muerde y envenena si se la desconoce. También es parte de la historia ese río sin desmonte, salvaje, poderoso y soberano y el deseo de entablar puentes (al menos en esto último hemos avanzado).

La estética de la obra juega con la narrativa -en español- y el verso -en portugués- como alusión a las voces que se dejan atrás. El brutalismo de las escenas choca con la calidez y musicalidad de la escritura. En los breves capítulos de esta novela, las emociones afluirán en un continuo vaivén de angustia, gratitud, miedo, anhelo, inocencia y añoranza. Nélida Wisneke, activista por los derechos de los afrodescendientes, ha logrado captar la esencia de un pueblo. Recuperó las heridas de la opresión y las vendo con párrafos de memoria. Es más, hizo del verso una súplica, un mandato y de la narración una declaración de identidad, una carta abierta a la historia que tanto debe.

Alguna vez habrán escuchado que “Misiones es un mosaico cultural” pero ¿qué tanto sabemos de piezas que lo componen? ¿qué y a quiénes recordamos? Y más importante aún ¿cuánto ignoramos u olvidamos? Hoy que tanto tiempo a pasado podríamos preguntarnos también ¿qué pasados leemos y qué historia(s) aprendemos?

Dejo este último párrafo, solo a modo de invitación:

“Recordé que mi abuela decía que, si se enterraba el cordón umbilical de un recién nacido, en una maceta, parte de él, luego de un tiempo, pasaba a fundirse con la tierra, y como miembro de la comunidad, jamás se olvidaría de su lugar, de su historia y de su gente. Siempre estaría intentando volver. (…) yo también quería volver”.

1 Comments

  1. Muy bueno recordar a los mulatos y negros (eso de «afrodescendientes» me parece un subterfugio para evitar decir lo que siempre se dijo, que alguien tome «negro» como algo despectivo, corre por cuenta del intérprete, no del redactor) pero no comprendo por qué escribir en español un texto y el otro en portugués. No entiendo nada del portugués y en esos párrafos, que supongo hondos y hermosos, me hundiría indefectiblemente. No se puede evitar el brutalismo con que se trató a los negros/as en el pasado porque nuestra supina ignorancia los consideró muy diferentes física y mentalmente. La historia moderna ha demostrado ese error espantoso. Felicito a Wisneke por ese rastrillaje del pasado no tan remoto. La esclavitud en Brasil creo que se abolió en el siglo XX recién. Ignominia para la humanidad.

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