Nick Drake, en una tarde de sol

Por Café Azar. Buenos Aires, Posadas, Misiones. Antropólogo y comunicador social

 

“Momentos que extrañaré,

vida, risas y sol.”

Moris – En una tarde de sol

 

“Yo escribo cosas a la noche, que a la mañana las quemo,

porque se me aparecen mil infiernos.”

Ricardo Iorio a Ricardo Mollo

 

Escribir sobre Nick Drake un día de lluvia, bien podría ser considerado un pleonasmo asfixiante. Sin embargo, el primer recuerdo que tengo de él está situado una tarde sol, en el Parque Paraguayo. En mi memoria el verde de sus bellos árboles apenas daba una sensación de suave movimiento provocada por una cálida y amable brisa. Cerca la plaza donde había – en aquel momento – una calesita y un gusano gigante que provocaban los primeros vértigos a los niños que se subían a dar unas vueltas. Eran tiempos donde ya se sentía crujir la primavera menemista dejando surgir entre sus grietas hambre y desesperación. A ese Parque llegaba un pibe que trabajaba en Tower récords, famosa disquera creada por Russ Salomon en Sacramento, y que había abierto una imponente sucursal sobre la Avenida Santa Fe, creo que, casi Callao, en CABA. Argentina al fin, el pibe copiaba una selecta discografía y cual dealer/curador de sustancias abría su caja para que un grupo de zombies – en el que me encontraba – nos abalanzáramos sobre él para satisfacer nuestras más básicas satisfacciones en forma de CDs. Así fue que, agitado, volví a mi casa con un ejemplar de Pink Moon de Nick Drake. Trucho, de unicidad vejada en la época de la reproducibilidad digital.

Photo of Nick DRAKE

Crédito fotográfico: Keith Morris

Paradójicamente – y más allá de las copias digitales – Pink Moon (1972) es un álbum despojado y orgánico. Guitarra y voz y un piano por ahí. Once canciones en menos de media hora. Así cómo Nick Drake – desfasado del tiempo – no llegó al club de los veintisiete, su último álbum es aún más corto que “30 minutos de vida” (1970) de Moris; Vida (1972) de Sui Géneris y mucho más breve que “Artaud” (1973) de Pescado Rabioso / Luis Alberto Spinetta. Tiene, si, un par de minutos más que Nashville Skyline (1969) de Bob Dylan.

Al momento de grabar Pink Moon, Drake había publicado dos álbumes de singular belleza: Five Leaves Left (1969) y Bryter Layter (1970). Los dos con producción de Joe Boyd y en el segundo álbum en un par de canciones aportó lo suyo John Cale (Northern Sky y Fly). Ambos lanzamientos fueron escuetos en ventas, entre tres mil y cinco mil copias. Si uno mira hoy el perfil de Nick Drake en las plataformas de streaming más populares es sorprendente – y paradójico – la cantidad de escuchas que tienen sus canciones. Por poner un ejemplo, Pink Moon, la canción que da nombre al álbum, tiene al momento en que escribo estas líneas un poco más de ciento noventa millones de reproducciones. “Y mira que ironía, mi vida” cantaba Rodrigo.

NICK DRAKE DISCOGRAFIA JPEG

Las canciones de Pink Moon pueden interpretarse como atmósferas, situaciones, flashes sentimentales de colores cálidos aún en la tristeza y la desolación. Polaroids que capturan luminosidades y sombras suspendidas en el aire. Epigramas flotantes, vaporosos y de una solidez poética y conceptual de extrema y porosa ambigüedad. El universo se abre a partir de esa referencia a la luna de la primavera que – está llegando – y todo lo cubre y a todos alcanza (Pink moon). Sutilezas zen de delicada belleza. La búsqueda de un lugar para estar cuando la vida te lleva por el desencanto y el fin de la ensoñación (Place to be). La elección de un camino que te lleve al universo, al sol y las estrellas (Road). También aparecen las dudas del amor no correspondido (Wich will). Un suave mantra instrumental (Horn). Reflexiones sobre quien escuchará las palabras ¿su versión de “Para quién canto yo entonces”? (Thing behind the sun). Know son cuatro versos de un amor que muta en espectro. Soy el parásito de esta ciudad y el que cuelga de tu falda dice en la dylaniana Parasite. Un mundo indiferente de gruesas alfombras y fotos solemnes en una pared que no escucha el ruego por un paseo porque sí (Free ride). Hay, cerca del final, una canción de enigmática poética sobre el caer y la cosecha (Harvest Breed). Después, cierra el álbum, una celebración de los días y las noches de verano (From the morning) con una frase de vertiginosa ambigüedad: “And now we rise / And we are everywhere” (“y ahora nos levantamos / y estamos en todas partes”).

Sin su productor histórico, Joe Boyd. Invitado a grabar por Chris Blackwell, quien había fundado el sello Island Records donde grababan Bob Marley, King Crimson, Roxy Music y Traffic, entre otros, Nick Drake llamó a John Wood, quien fuera el ingeniero de sonido de sus álbumes anteriores. En dos sesiones nocturnas – en octubre de 1971 en el Sound Techniques en Chelsea – breves e inspiradas se produjo la alquimia de Pink Moon. Se quisieron utilizar fotos de las jornadas de grabación en el estudio para la tapa del disco tomadas por el fotógrafo británico Keith Morris, pero el estado en el que se encontraba Nick no era del todo alentador y los responsables de la publicación final consideraron que no sería una amable estrategia de marketing mostrarlo en ese estado. Así fue que el artista visual Michael Trevithick, relacionado con Gabrielle Drake, su hermana, quien plasmó la imagen dadaísta final. Una luna rosa hecha de queso, una taza de té, una cuerda, un cohete a lo Méliès y un clown triste, o aburrido, o depresivo que evoca a otra tapa fundacional del rock argentino.

Después de esa grabación, Drake prometió no subirse más a un escenario, ni entrar a un estudio de grabación, se internó en un psiquiátrico y – más tarde – volvió a la casa de sus padres. Dos años más tarde, en una situación que aún no ha sido definida, escucha los Conciertos de Brandemburgo de Johann Sebastian Bach e ingiere una dosis de Tryptizol que termina con su vidaNick-Drake - Keith-Morris-003

Crédito fotográfico: Keith Morris

Pink Moon es un álbum hermoso, con canciones sensibles, una gema de la música universal. Letras inspiradas, afinaciones no convencionales, la voz expresiva en plena consciencia de sí. No existen, en la escucha del álbum, señales de la situación personal por la que pasaba Nick Drake (si en las fotografías de Keith Morris en el estudio). Por eso me llama la atención la parafernalia de adjetivos que se acumulan al momento de bocetar el perfil de un artista trágico del rock, o del arte en general. Pueden intuirse señales en algunas letras de fina arquitectura pero que forman parte, sin duda, de la creación. Hace muchos años, Litto Nebbia definió su perspectiva a la hora de componer canciones como de una melancolía vital. La visión melancólica del mundo como una de las formas de resistencia ante la dictadura de lo dado, de la naturalización del sentido, de las definiciones unívocas, de las recetas de la felicidad. Nick Drake no estaba cómodo con la sociedad en la que le tocaba vivir. Tenía el don de crear – con música y letra – bellísimas canciones en donde expresaba su visión de las cosas. Eso requiere trabajo, compromiso y – si bien bastaron un par de horas en dos noches – entrega. Reducir una obra maestra como lo es Pink Moon a la salud mental de su autor y compositor es otra de las tantas formas de indiferencia que ya había sufrido en vida. Los infiernos de los días, los demonios a los cuales hacía referencia Ricardo Iorio, son material sensible en el proceso creativo de un artista, pero ese material necesita ser manipulado, editado en los lenguajes en los cuales se expresa. Hay que poner la voz, pulsar la guitarra, sobregrabar el piano con la celeridad con la que Drake plasmó esas poéticas visiones de dolida belleza. Después, “no tengo más que decir”, parece, habría dicho. Cómo Alejandra. Como Donovan, el protestón. Como Friedrich. Como Arthur.

Termino de escribir esta crónica, ya dejo de llover y los pájaros cantan en el barrio, el sol está a pleno y siento que es un buen momento para escuchar a Nick Drake.

“Open up the broken cup

Let goodly sin and sunshine in

Yes, that’s the day

And open wide the hymns you hide.”

“Abre la botella rota

deja entrar el pecado hermoso y la luz del sol

Sí, es hoy.

Y abre bien los himnos que escondes,”

(Nick Drake – Things behind the sun)

 

Café Azar

En mediados de un junio lluvioso

Posadas, Misiones, RA. –

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