Un poemario a corazón abierto

Por NEACONATUS

Se supone que las vivencias subjetivas, se traducen como emociones que nos sumergen en un diálogo interior con uno mismo. Un confesionario íntimo que nos libera de vivencias reprimidas que nos han causado dolor durante mucho tiempo. Cuando llega el arte y, a través de la voz poética, logramos expresar esas confusiones y contradicciones afectivas hacia afuera, se produce un acto de sublimación que nos acerca a la libertad sentimental. Logramos abordar esas zonas oscuras y ampliamos nuestra conciencia. Se produce una catarsis entre el sentir y el pensar, condición inefable para toda elaboración artística.

Pues creemos que esto es lo que sucede en el poemario de Vanessa Makuch: El tiempo de la aurora. Luz velada que precede al brillo de un sol que desbloquea nuestros nudos interiores. Nudos que se han manifestado a lo largo de nuestras vidas, a través de los “no puedo” de la frustración y el desamor. Cronicidad de actitudes corporales, psíquicas y sociales que nos impiden ser nosotros mismos.

Si la música se manifiesta por los sonidos, si la pintura se expresa por los colores y las líneas, la poesía es el arte de las palabras. Y allá vamos con el libro de Vanesa Makuch, El tiempo de la aurora, donde las palabras son un instrumento de comunicación, pero poseen el plus de una configuración que despierta una nueva sensibilidad.

         Hay un fondo más hondo y más oscuro

         Que nunca se termina

         Nunca acaba

         …

Hay un fondo de barro y hojarasca

de suciedad de muertes y de olvidos

hay un fondo más hueco y más vacío

Que retiene a la poeta, la retiene en la asfixia, en solo estar, expectante, en esa madrugada que no pasa.

Sería erróneo suponer una objetividad con este decir tan vibrante, o hacer un juicio desinteresado o una valoración esteticista. No, la actitud ante el despliegue de Makuch es la de estar frente a un arte que es una participación sentimental y emotiva, como ya sugerimos, porque ella apunta a la pureza de una disposición especial del alma, sin la cual no se puede captar el mensaje. Porque contrariando a Amado Nervo no siempre habrá poesía. La poeta nos dice. Ella misma lo asegura. La poesía se revela cuando hay transmigración de amor.

 Cuando camino al fondo del infierno/o cuando el dolor destroza mis entrañas/o cuando las imágenes se quiebran/o cuando vuelvo a partirme en mil pedazos/cuando hay odio o ira/cuando no sé quién fui ni quién voy siendo, ni quién seré…

En Makuch el lector se alinea con la poeta, participa. Participar (pars capere) quiere decir justamente que otros tomen lo que tenemos adentro. Y esto es lo que sucede en El tiempo de la aurora. Una de esas invitaciones es pensar y conocer con la poeta lo que ella piensa y sabe.

Pero hay más, es una poesía que aspira a que la acompañemos, a que la sigamos en un curso de ideas. ¿Es todo? No, hay más aún, y eso es lo hermoso: los versos de Makuch ambicionan hacernos compartir -participar- las vibraciones de un estado interno, de un temple de ánimo sublime.

Todo este complejo verbal que nos presenta la autora posee dos aspectos: el audible y el inteligible. O sea, el sonido (de las palabras) y el sentido (de las palabras). Es un lenguaje con ritmo, que mucho le agradecemos porque nos parece que la poesía moderna perdió en grande medida esa musicalidad, esa corriente acústica o de acentuación que nos deleitaba hace unos años, para volverse seca, estéril, intelectual.

Makuch no da tregua, dispara versos filosos, duros, pero a la vez rodeados de un aura de redención y cierre de un ciclo trascendente. Pone su cuerpo y alma para vivir, vibrar y volver a crearse desde el desahogo. No estamos frente a un poemario pretencioso, tampoco dentro de un laberinto hermético.  El tiempo de la aurora eso, abrir los ojos porque un nuevo amanecer nos llama a la vida.

El libro fue publicado recientemente por Editorial ConTexto (Chaco-Corrientes). Las obras, de tapa e interior, son de la artista plástica chaqueña Jarumi Nishishinya.

Recomendamos su lectura en tiempos en que las nuevas auroras son más necesarias que nunca, sino la noche puede ser demasiado larga.

 

 

 

 

 

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