
Por NEACONATUS
Pertenecés a la selección (valga la referencia futbolística) que ha logrado trascender con su expresión artística, más allá de los límites de Misiones y el NEA. Has llevado tu arte (lo teatral y la narrativa oral) por toda Iberoamérica y hasta lugares tan lejanos como Marruecos. ¿Sentís que has tocado un techo, o aún existe en vos un afán de búsqueda persistente? ¿Alguna cuenta pendiente?
La pregunta me lleva a una escena, que es la siguiente. Yo a los 6 años, parada encima de una mesa de granito rojo en la galería de una casona vieja. Estoy interpretando una canzonetta en un cocoliche aprendido de mi abuelo italiano. Mi primer público cautivo, mi abuelo y mi abuela gritando y aplaudiendo: ¡Sei bravissima piccolina, que bene grande e grossa! Con semejante estímulo amoroso y estridente, a los seis años yo tenía muy claro dos cosas: que la felicidad tenía forma de actuación y que debería buscarla persistentemente.
Nunca he creído lo de los techos, ni en mí, ni en nadie. Me da entre risa y ternura la gente que a poco de andar ya cree que llegó a la cima. Por lo tanto, como no creo haber llegado a ningún techo, tengo mucho por aprender. Me encantaría ser más joven para poder seguir aprendiendo de gente tan valiosa que anda por el mundo.
Has sido distinguida por la Cancillería Argentina entre unas 2.000 personas como referente cultural, junto a 160 importantes creadores de diferentes disciplinas artísticas. ¿Lo procesás como una compensación estratégica, o el resultado de un proceso arduo y beligerante?
Estoy muy honrada por haber sido seleccionada, más aún porque comparto esta distinción con muchos artistas a los que quiero y valoro. Pienso que es un reconocimiento a la tarea y lo agradezco enormemente.
Durante marzo se celebró el Día Mundial del Teatro que coincide, con el reconocimiento al teatro para las Infancias. ¿Por qué, una dimensión considerada siempre para “adultos”, hoy conecta con “cosas para chicos”? ¿Considerás que existió una discriminación intergeneracional?
El teatro existe desde tiempos remotos. Fue cambiando sus formas, pero fundamentalmente sigue siendo ese ritual de convivio entre la escena y el público. Hace muchos años atrás, no se admitían mujeres en la escena y los hombres se travestían para hacer los papeles femeninos. En la década del 40 en las escuelas de Argentina, durante las fiestas escolares, las niñas casi no formaban parte en las actuaciones y si lo hacían, se les daba parlamentos breves. Su intervención era mínima. Hay mucha bibliografía que testimonia este hecho. Con lo cual, pienso que, si bien las efemérides sirven para poner en la agenda un hecho, no necesariamente implica problematizar las prácticas en torno al mismo. Antes de hablar del teatro para las infancias, deberíamos hacer un recorrido sobre el lugar que las infancias fueron ocupando en la sociedad a lo largo de la historia. Eso sería arduo y largo, pero me parece importante que pudiéramos reflexionar en la actualidad, Convención mediante, niños y niñas como sujetos de derechos, psicoanálisis, políticas públicas “progresistas” y tanto más, sobre cuánto se ha transformado en las producciones destinadas a niños y niñas.
A veces tengo la sensación que en los 80, 90 había una enorme producción de obras de teatro pensada para las infancias, que, si bien convivía con lo comercial, era innovadora y de alta calidad artística. De todo ese universo de directores, dramaturgos, artistas ha quedado muy poco y no veo hoy propuestas que hayan superado ese legado. A su vez, y cuando aún el teatro llamado “para las infancias” debe hacer una fuerte autocrítica, irrumpen en agenda las propuestas para primeras infancias, las cuales se dirigen a un público que va de 6 meses a 3 años.
En nuestro país, esa línea tuvo sus inicios hace veinte años atrás, con una búsqueda respetuosa, después hubo un impase y desde hace algunos años aparece nuevamente. Todo esto sucede en un sistema capitalista donde el mercado, de repente, descubre que las infancias son un interesante nodo de consumo al que además es políticamente correcto venderle arte. En este contexto, las artes escénicas para las infancias, que, a mi modo de ver, siguen configurándose y necesitan ser revisadas, problematizadas; están en riesgo otra vez (¡Bingo!) de caer en producciones fáciles, exentas de pensamiento, en las que con cinco acciones enmarcadas en un ambiente cuidado visual y sonoramente, ya somos especialistas en primeras infancias. Y otra vez niños y niñas como público cautivo de un derrotero que parece no detenerse a pensar sobre lo que estamos haciendo. La infancia atrapada entre el mercado, la necesidad de trabajo por parte de los artistas, el oportunismo de ciertas políticas de estado y la falta de profesionalismo. Aún en este escenario apocalíptico hay gente bella haciendo cosas bellas.
En Argentina se construyó la falacia de una producción artística (teatral, literaria, audiovisual, etc.) que bajaba línea desde Buenos Aires, ante una supuesta subordinación creativa de las provincias. Parece que se dio vuelta la tortilla. ¿Por qué?
Bueno, no estoy de acuerdo con que eso es una falacia. Buenos Aires es una de las ciudades más teatrales que yo conozco. Con un altísimo número de salas de teatro y producciones teatrales. A su vez, un público consumidor de teatro poco visto en otras ciudades del mundo. Eso no se puede negar. Grandes maestros en los que hemos abrevado muchos artistas que luego fueron a otros lugares del país. A su vez, en casi todas las provincias hubo y habrá teatro.
Personalmente me formé en Buenos Aires, luego vine a Misiones, donde junto a otros artistas fui aprendiendo otras formas, otras estéticas. Con algunas me siento más cómoda que otras. Sí me parece urgente y fundamental, que haya federalización en cuanto a la formación en las Artes Escénicas. En ese aspecto pienso que hay desfasaje en cuanto a los niveles de formación y a una diversidad de lenguajes en los cuales formarse que no están bien distribuidos.
No creo que se haya dado vuelta ninguna tortilla, y nunca me sentí subordinada en lo creativo. A su vez, cuando pienso en el arte, no soy adepta a la exaltación de lo “local”. ¿Cómo hablar de “lo local” cuando vivo en una provincia llena de matices sonoros, culturales, visuales, en la que me maravilla justamente esa riqueza?
Vivo acá hace treinta y cinco años y cada vez que produzco una obra soy una artista queriendo hacer lo mejor con todo lo aprendido. No me impongo temáticas, sino algo con lo cual emocionar y hacer pensar desde mi vivencia acá, pero con posibilidad de llegar a otros lugares. Para mí eso es el teatro. Me molesta cuando me piden que proponga una obra o cuento para defender valores o que tenga que ver con la región. Creo que es empobrecer al arte.
Pero, pareciera que esta dualidad federal, también se alimentó endógenamente en cada región. ¿Durante tu carrera percibiste exclusiones entre clanes o tribus locales?
¡Ja! Tribus hay en todas partes. A veces por desconocimiento o miedo excluimos o nos excluyen. Mentiría si digo que alguna vez no experimenté eso de “no tener cien años misioneros” o del maltrato gratuito. Pero nobleza obliga decir que, esta provincia ha sido tremendamente generosa con todo lo que quise hacer. No se cómo hubiera sido en otros lugares, pero acá pude y puedo hacer muchas cosas de las cuales me siento orgullosa y feliz por haberlas hecho. También frustrada por otras veces en las que no me permitieron hacerlas. No obstante, tengo un enorme agradecimiento a todas las personas que me tomaron la mano y habilitaron una idea mía para materializarla como bien de muchos. Obviamente que el hacer tanto, hace que el camino muchas veces no se te allane, sino todo lo contrario. Cosas inentendibles. Pero ahí hay que trabajar con el ego y saber que hay tiempos y que hay que saber esperar la ocasión. Ser gestora cultural y artista es haber aprendido el arte de la frustración.
Has creado y/o gestionado desde Misiones algunos de los encuentros culturales más importantes del país. ¿Podrías mencionarlos?
Como decía la Tía Clemencia hablando de sus novios, tuve muchos y a todos los sigo queriendo… Claro que hablo de los encuentros culturales.
No diría los más importantes, no me gustan esas categorías: El primero, el único, el más importante…Fueron ideas, algunas mejores que otras, varias trascendieron la provincia y, tengo que reconocer que no faltaron las pequeñas y valiosas.
En los 90 las ludotecas en las plazas o en la Bajada Vieja con cientos de niños, niñas y maestras. Después la costanera, instalando el día del juego. Desde el estado los Foros de LIJ, Festivales y un Congreso que quedó en la memoria de muchos. El festival Tutú Marambá que tuvo 14 ediciones, de carácter internacional y el Congreso Territorios para Pensar las infancias, fueron, debo decir, los que quedaron instalados en la agenda a nivel nacional e internacional. Fueron eventos que sembraron pensamiento en las personas y eso me hace sentir bien. Lamentablemente ya no se realizan.
En el 2022 hicimos la primera edición de un festival pequeño al que estamos atesorando y que este año vuelve, que es el festival de Artes escénicas para Infancias Kunumi. Y en febrero de este año, nació audazmente el festival de Escuela de Espectadores. Línea Infancias. Ambos realizados con el grupo Ton y Son y el grupo Kunumi.
La felicidad -has dicho en una nota- está ligada a la emoción del encuentro amoroso con la palabra ¿Podrías contarnos sobre este parecer? Te preguntamos porque el mundo moderno busca la felicidad en bienes materiales o en otros ámbitos, y no justamente, en la palabra.
Yolanda Reyes dice que todo comienza en una habitación, una luz tenue y una persona adulta regalándole las primeras palabras a ese bebé que acaba de venir al mundo. Ella lo llama triángulo amoroso. Borges se figuraba el paraíso bajo la especie de una biblioteca. Mi abuela que era casi analfabeta me enseño que no hay ninguna pena en el mundo que no se pueda curar con una buena conversación. No sé si existe la felicidad, ni tampoco muy bien qué es exactamente, pero sí puedo decir que la literatura, en todas sus formas, las historias, una charla de café, una buena discusión y tanto más, me han servido como escudo contra los miedos y desconsuelos y me han llevado a otros territorios.
Es verdad, vivimos en un mundo donde el mercado vende “felicidad” en forma de objetos y consumos. Pero, como alguna vez dijo la enorme Graciela Cabal, y me identifico plenamente con su pensamiento. “Pertenezco a una generación que creyó que la felicidad era posible. Que era posible el cambio y la alegría. Y que los libros (y quien dice libros, dice palabras) iban a ayudar al cambio. Con Sartre, con Gramsci, pertenezco a una generación que creyó que era posible, la expansión del campo de lo posible”. Y que ahora sigue actuando como si lo creyera. Con “el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad”.
Crédito fotográfico: Luciano Piccilli
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