“Editar y distribuir libros no debiera ser trabajo ni del autor ni de aficionados”

Por NEACONATUS

¿Cuál es tu título académico? ¿Dónde estudiaste?

Soy profesora de Castellano, Literatura y Latín recibida en el Instituto Antonio Ruiz de Montoya. Maestrando en Enseñanza de la Lengua y la Literatura en la Universidad de Rosario.

¿Desde cuándo lees literatura y desde cuándo escribís?

Tendría que remontarme a vidas pasadas para encontrarme sin literatura. En ésta, prácticamente desde que tengo uso de razón. Los cuentos de mi abuela, la cantidad de libros siempre a mano en casa y la necesidad de descifrarlos habrán aparecido a los 8 o 9 años y a la misma edad ya me inventaba historias y escribía cartas interminables a tías y primas que vivían lejos. Nada publicable, pero fue mi manera de comenzar.

Pitzi es una novela autobiográfica ¿Por qué la escribiste, te costó hacerla, necesitabas un distanciamiento?

Pitzi fue, en su momento, una gran catarsis, entendiéndose a esta como una liberación de los recuerdos que alteran la mente. Aunque es autobiográfica, utilicé algo de las constelaciones familiares para honrar y reconocer a mis ancestros, no desde sus historias temporalmente lineales sino desde lo mágico y romántico.

¿Es el problema ambiental tu mayor preocupación? ¿Te preguntamos por el Libro de la Madre Tierra, o el Jardinero de la Madre Tierra?

No puedo decir que sea una preocupación ya que muy pocas cosas me preocupan. Prefiero considerar a ambas (novela y obra de teatro) como una manera lúdica de transmitir mi amor por la naturaleza. Ambos libros están basados en un cuento que me narraba mi abuela y sobre el que yo hacía interminables preguntas que llevaban a que la historia sea infinita.

¿Te considerás primordialmente una escritora de literatura infantil; ahí está Helado de Chocolate?

Diría más bien que la mayor cantidad de libros que he publicado están dedicados a los niños, pero no es lo que más escribo.

¿Existe la literatura infantil como género? ¿El calificativo “infantil” o “infancias” indica una franja etaria de lectores posibles, o sirve como nomenclatura de Bibliotecarias (para ubicar más fácil los libros en los estantes), debiéndose hablar simplemente de literatura buena o mala?

Como literatura infantil entiendo a textos que fácilmente un niño puede leer, comprender y disfrutar. Esos mismos libros deben enganchar también a un adulto. No creo en la literatura para niños que copia imágenes del dadaísmo y mucho menos aquella que los considera infradotados. Un niño tiene que elegir sus libros (y bien que lo hacen cuando les damos la posibilidad) de acuerdo a sus gustos, aunque a veces, de esta manera se incline por uno de astro-física.

Notamos que estás muy atenta al tema de la ortografía ¿Es grave la situación, o la podemos comparar con el déficit de vocabulario?

La situación de la ortografía y de la gramática es grave sobre todo en profesionales de la comunicación. No veo que haya empeorado en los últimos cien años en la población en general; sí, hoy es más visible (y entonces notamos los errores) ya que todos escribimos y publicamos en las redes sociales. La ortografía no empeoró con las redes, sino que se multiplicaron los errores ya que en este siglo XXI, la gente en vez de hablar, se escriben. En cuanto a quienes tendríamos que prestarle suma atención a cómo escribimos (docentes, escritores, periodistas) veo un nivel paupérrimo, con un lexicón acotadísimo y eso es preocupante. La palabra es nuestra herramienta de trabajo y si no la defendemos nosotros luego no pretendamos que alumnos de la escuela secundaria o universitarios la utilicen bien.

¿Qué opinás del “lenguaje inclusivo”?

El lenguaje inclusivo es un cambio en la lengua debido a nuevos paradigmas sociales. Cada palabra hace visible una realidad y sería bueno, hoy, desde el respeto por el idioma, comenzar a desacralizar al verbo. El movimiento social feminista trae como consecuencia un cambio inevitable en nuestras costumbres y por ende también en el habla. El género masculino en los plurales es un reflejo de la sociedad patriarcal que ha dominado a la mayoría de los idiomas existentes. Sabemos que poner en discusión al patriarcado implica reflexionar sobre nuestras propias prácticas sociales y culturales, eso no se da de un día para otro y veo que son los más jóvenes los que de una u otra manera (con le o sin le) crearán el cambio.

¿Cómo ves el panorama literario misionero, la calidad de las obras, la renovación de estilos y temas, la edición y distribución de libros?

Comparando a Misiones con otras regiones del mundo, tenemos obras tan buenas y tan malas como cualquiera y esto no es nuevo. Pero tratemos de quedarnos con las buenas obras, con los buenos libros ya que los demás caen por su propio peso. En cuanto a la edición y distribución está prácticamente relegada al esfuerzo del autor.

Si observás algún inconveniente en la “cadena del libro” para incentivar la lectura, ¿qué medidas para solucionar se pueden tomar a nivel oficial y/o privado?

Desde lo oficial, creo que faltan políticas públicas que estudien seriamente el tema. Desde lo privado, algunos ponemos pequeñísimos granitos de arena desde las aulas, desde la recomendación en redes sociales y aplaudiendo fuerte a cada libro nuevo que aparece; obviamente que no es suficiente. Editar y distribuir libros no debiera ser trabajo ni del autor ni de aficionados.

¿Qué influencias literarias tenés, cuáles son tus autores favoritos?

El realismo mágico fue un engranaje fundamental en mi formación y luego se convirtió en un amor apasionado que hasta hoy me marca. En cuanto a autores, son tantos y tan diversos que es imposible contarlos. En realidad, voy enamorándome de cada buen escritor que leo y entonces lo releo y luego lo analizo, disfruto y sufro al dejarlo ir para tomar al próximo. Ahora estoy leyendo a jóvenes escritores como Mairal, Alarcón, Tenembaum, Ángeles Salvador.

Tu forma de ser y estar en la provincia, sugiere una cierta actitud “mediadora”. Te relacionás con distintas tribus literarias y, a su vez, las conectás. ¿Por qué esta cualidad?

No lo sé; es muy divertida y halagadora esta pregunta. Supongo que tiene que ver con mi forma de ser y de vivir la literatura: sin competir ni juzgar y creando espacio para todos, algo que cuando mostraba al mundo mi primer libro aprendí de Aníbal Silvero.

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