Los Wandervögel y Roberto Arlt

Por Carlos Piegari

 En la vida ciertos cruces inesperados suelen darse sin la intervención divina ni de la física cuántica. Hoy, con la vida planetaria en crisis, orientamos nuestra mirada hacia conexiones históricas y literarias donde el naturalismo y el ambientalismo son protagónicos. En esta crónica observo como hacia fines del siglo XIX y ya entrado el XX, las actividades físicas tenían un matiz más ideológico y social que el mero fashion gym de hoy.

Por ejemplo, los Wandervögel (wanderer: caminante + vogel: ave), fueron un movimiento juvenil pangermanista. Si bien los Wandervögel nacieron en Alemania hacia 1896, en 1911 estaban bien consolidados en Austria y en la histórica concentración masiva en el monte Meissner al sur de Kasssel (ciudad alemana donde comenzó mi libro Kitschfilm- Ediciones El Transbordador, Málaga, España 2018.), grupos de chicos y chicas, llegados desde el corazón del imperio Austrohúngaro no pasaron desapercibidos ni por número y tampoco por la pasión de sus discursos.

Románticos, patrióticos, nómades, abominaban del liberalismo, el progreso, la revolución industrial y sobre todo de la rígida escolarización de la época. Practicaban la comunión con la naturaleza, el paganismo pre cristiano, acampaban en las ruinas de castillos, bosques y aldeas medievales. Eran “místicos vitalistas” que en 1923 sumaban más de 50.000 miembros, ¿podrían compararse con la Beat generation? ¿Tal vez con los revolucionarios del mayo sesentero? ¿Hippies ecologistas? puede que sí y también no.

Amaban la música. Sus cantos eran corales y populares (Volkslieder) y admiraban, además de las canciones de marineros, los himnos de guerra de los Lansquenetes, mercenarios muy amigotes de los Tercios españoles. Bueno, nada del otro mundo, Las aventuras del capitán Alatriste de Pérez-Reverte fue un best seller que emocionó a toda Iberoamérica. También detestaban el alcohol, el tabaco y promovían la abstinencia sexual. (Sugerimos la película El balneario de Battle Creek de Alan Parker, 1994: http://pelisencastellano.com/ver-el-balneario-de-battle-creek-en-castellano-online.html/.

Los Wandervögel conectan con otros proyectos de agrupaciones juveniles, más o menos, contemporáneos en todo el mundo. Destacan los Batallones Escolares de España, Italia, Portugal, Suiza con sucursales en Sudamérica. Algunos despistados no comprenden la esencia naturalista del movimiento y, por ejemplo, desde Bolivia surgió una frase que rescata el Instituto Francés de Estudios Andinos (Françoise Martínez): “¡Que nuestros indios se conviertan en pequeños suecos!”. En Bolivia copiaron a fines del siglo XIX los planes de estudio de Argentina con el propósito de que a través de la educación física fuera posible “regenerar a la desgraciada raza indígena”. Las elites criollas ilustradas en el poder, no ocultaban el desprecio ante los rasgos antropológicos de los pueblos originales.

Prospera el cuidado por nuestro cuerpo

A partir de mediados del siglo XIX enamora la gimnasia sueca y en todo el mundo congrega entusiastas atletas la Young Men´s Christian Association (Y.M.C.A.) Asociación Cristiana de Jóvenes en Hispanoamérica, quizás el antecedente más embrionario del criterio Wandervögel por el cuidado físico.

Escribiendo estas líneas, me viene a la memoria una aguafuerte breve de Roberto Arlt (escritor argentino con plena ascendencia germana): Gimnasia sueca en la Y.M.C.A. Resulta que Arlt, un fiacún (haragán en el argot rioplatense) incorregible, un día decidió ir al gimnasio de la Y.M.C.A. Durante la clase todos lo miraban y el profesor sonreía, él pensó que se debía a que lo reconocían por las fotografías en los diarios, salió con el cuerpo dolorido como si lo hubieran molido a palos. Fue entonces cuando se le acercó alguien (un poeta más joven que lo admiraba) que compartió la sesión con él y le dijo: “… hacía mucho tiempo, pero mucho que no se veía hacer ejercicios físicos tan mal como los ha hecho usted. Creo que ha llegado a la perfección. No se puede pedir nada más dentro de ese orden. Usted ha superado todas las posibilidades del ejercicio mal hecho”. Arlt reflexionó y perseveró, y hasta visitó al médico del gimnasio que le ordenó suprimir el café y comenzar a levantarse más temprano, algo así como suicidarse para un periodista de raza. Pero aceptó las consignas, dejó el café, adelantó el despertador y salió a correr por las calles del barrio, “pero no como antes, sino respirando profundamente”. Gran cambio. En otro texto reconoce que a partir de entonces fue partidario de un montón de costumbres higiénicas y saludables, pero nunca dejó de pasarse dos o tres días refugiado en la cama leyendo, mejor si llovía. Finaliza sentenciando: “Dadle a la gimnasia lo que es de la gimnasia, y a la cama lo que es de la cama”.

Los Wandervögel y Roberto Arlt, cada uno a su manera, intuyeron que nuestra salud merecía un cambio naturista y vital.

 

 

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