
Cuando Hugo Fattoruso no ronde más por este planeta, puede ser el comienzo del fin. Quizás nos salvemos y, sospecho, que algunos/as tomarán su puesto de guardián del fuego. Es como la cuestión del cambio climático. La Tierra oscurece, pero aún queda un poco de esperanza. Alguien puede encender el último mechero y guiarnos hacia la salida del túnel.
En este magazine digital prima la literatura, las formas narrativas escritas, relatos, artículos, poemas. No solemos publicar mucho sobre música. Sin embargo el caso de Hugo Fattoruso, en gira por el NEA argentino, es diferente. Escribir sobre este accidente artístico trasciende la cuestión de si debemos enfocarnos en la literatura, la música, el audiovisual o el yoga tántrico. Hugo Fattoruso, “El Fatto”, (junto con el negro Rada) pertenece a una especie en extinción. No sólo por razón de la finitud de los ciclos vitales, sino porque se están apagando las últimas brasas de una forma de vida y hacer arte.
Hablar de su historia es ocioso, para eso existe Internet, y allí nos enteraremos del circuito Shakers, Opa y músico – arreglador de grandes figuras como Milton Nascimento, Hermeto Pascoal, Eduardo Mateo, Chico Buarque, Rubén Rada, Jaime Roos, Airto Moreira y Djavan, entre otros. También es conocida su historia familiar, la influencia de papá y mamá, su hermanazo Osvaldo, Montevideo, la música afro de las calles, todo ya está escrito y con sellos protocolares de veracidad. Pero aquí interesa otra perspectiva. La que mencionamos en el párrafo anterior, corre peligro de prescripción una manera de ser y estar como creadores de mundos mágicos, eso que, seguro fueron los malditos griegos, bautizaron como arte.
A Hugo Fattoruso, no creo que le interese mucho filosofar sobre si lo que conjura con su voz y sus manos es inspiración proteica, música extraordinaria o juegos de malabares. Lo hace y listo. Pero como uno es un simple escriba puede permitirse escribir sobre “El Fatto” como se le cante, valga la metáfora. Jacob Burckhardt en su súper obra La Cultura del Renacimiento en Italia se refiere a El sentido moderno de la gloria, y dice que el artista es “administrador de la gloria, y hasta de la inmortalidad. Y también del olvido.” Esto le cabe a Hugo Fattoruso, siempre le importó muy poco la cultura del ombligo y los laureles que tan bien han cultivado otros próceres de la música popular, léase rock, jazz, folclore o el género que sea. Escritoras/es incluidos. No en vano se le llama “El Fatto”, una reducción de su apellido que nos lleva etimológicamente a la definición en idioma italiano de la palabra “hecho”. Que viene del latín factum, también acción y obra. Si seguimos por esta vía llegamos a factorum, que va hacia hechos ilustres, hazañas. Y una de estas proezas lo vincula con otro término: “sintetizador”. Que puede ser considerado como el instrumento musical o el verbo que denota la capacidad de abreviar. Y esta es otra de las eficacias de este músico que logró que un invento musical al que supo definir George Harrison como algo que sonaba a juguete de niños, obtenga una capacidad expresiva tan contundente como el piano y la guitarra eléctrica. Entonces podríamos decir que Hugo Fattoruso es un artista que genera acción organizando, con pocas gambeteadas, ese hecho que suele llamarse arte. Como Maradona o Messi diría Jaime Ross. Pero ni “El Fatto” ni Messi saben todo esto, sólo lo hacen porque son puro factum.
Hugo Fattoruso estuvo por Posadas con una de las tantas formaciones con las que suele presentarse. Esta vez fue el turno del increíble Ha dúo, que “sintetizó” con la talentosa Albana Barrocas, con instrumentos electrónicos, acústicos y un set de percusión que Barrocas transforma en un “octopus´s garden”.
Los medios de comunicación de la ciudad ya se ocuparán de informar sobre organizadores, auspiciantes, sala a tope, y toda la periferia objetiva de este suceso cultural poco frecuente. Por mi parte, sólo me queda recordar que ese mismo día casi matan a Salman Rushdie. El mundo es como un viejo disco simple de vinilo, tiene un lado A que es un hit y un lado B que suele sonar muy mal.
Bellísima reseña.Quizás el fin ya esté entre nosotros y la conteción del antropoceno sea más larga que la gira de despedida de Los Chalchaleros. En la tortuosa relación con Phil Spector, The Beatles propusieron cambiar la lógica de la industria discográfica en donde el lado A tuviera el hit y el B la pista instrumental del mismo tema o alguna canción de relleno. El Fatto es un ejemplar de los que sigue la línea amarilla que conduce indefectiblemente al mundo aurático del arte (poético) musical. Y esa línea amarilla nos recuerda que puesto a tocar, a sonar, a cantar no hay rellenos vacíos.
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