El violín a vapor y unas cuantas interpretaciones distorsionadas

Por Fabricia Alexandra Maidana. Aristóbulo del Valle. Periodista y escritora.

Vamos a hablar de “El Violín a vapor y otros relatos” de Marina Closs (2016), pero aún no (o quizá nunca) le pondremos etiquetas. En cambio, les propongo que me acompañen en el ejercicio de las conjeturas.

Ahora bien, más allá de esa propuesta no se ignora que esto pertenece al orden de la reseña. Es decir, se espera al menos un guiño para saber si el texto amerita el tiempo, las energías, el lugar en la biblioteca o en la memoria -ram o personal-. Pues, en honor a ello, diré, -aunque quizá me adelante un poco- que tengo en mi biblioteca un texto escalofriante y de él les hablaré.

Si bien “escalofriante” no es una definición demasiado precisa, me remito a ella a falta de una expresión más acertada. Ello se debe a que he sopesado su pertenencia a distintos géneros sin que la fortuna me sonría.  En principio lo medí con la vara del terror -al estilo de Poe o Lovecraft- y, pese a que en la lectura la ansiedad hace que la boca se seque por momentos, no es una constante suficientemente meritoria.

Luego medite sobre leves parecidos con “Historias de amor, locura y muerte” de Quiroga (obra que a muchos perturbó). Aunque sería demasiado venturoso enmarcarla en el fantasy, dado que, este último termina siendo un género demasiado dependiente de la realidad para complementar sus sentidos. Y resulta que estos cuentos, los de Marina Closs, gravitan lejos de cualquier marco de referencia.

Pero tampoco podemos decir que se pliega a lo Maravilloso. En absoluto. Pues obra a través de una persistente astucia para aludir a la realidad, sin nombrarla, sin imitarla, empero destilando de ella sus monstruos.

Bárbara manera de dudar ¿no? La cuestión con este compilado de cuentos, es que descoloca. Marina Closs, a través de estas breves narraciones edifica una historia liviana, que flota, se suspende sobre posibilidades, sin mostrar mayor predilección por una u otra alternativa.

Los hechos y personajes siguen la lógica propia del relato, atraviesan su suerte -buena o mala- conforme al pacto ficcional. No obstante, operan bajo una lógica siniestra y embriagante a la vez. Y mis opciones se agotan, por ello ofrezco a modo de conclusión desesperada, una analogía de cuya interpretación no me responsabilizo:

Les propongo pensar en esta obra como si se tratara de una ronda de “gallito ciego” entre tinieblas y tambaleante, avanzas, audaz, feliz, con un deje de temor en la planta de los pies. Sabes que es un juego, peor lo vives como una experiencia única, demandante, y en el periplo del juego, anulas tus certezas y te dejas llevar por las voces.

Pues sí, finalizado el texto, aun no tengo nada mejor que decir, más allá de repetir la afirmación inicial; pues parece ser que tengo en mi biblioteca un texto escalofriante. Cierro cada cuento con una sensación ansiosa o paranoica que presupone que cada vez que lo vuelva, la obra dará un vuelco en otra dirección. Como si el texto jugara con nuestras estructuras lógicas.

Así que precavido lector; si tienes una biblioteca muy ordenada, con ideas, muy pulidas, certeras, cuasi cómicas y absurdas por ser de tinteros muy rígidos, piensa bien si estás preparado para una lectura tan desconcertante.

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