
Después de oír el decir contundente de escritores entrevistados, ante la pregunta: porqué escribe, también respondo a quien quisiere preguntarme (aunque nadie lo hizo) y en especial a mí. Lo importante es contestarse y contar a quien quiera oír.
Escribo porque no puedo decir oralmente bien, con hondura, no puedo expresar con claridad lo que siento y deseo transmitir.
La escritura me da la posibilidad de pulir y perfeccionar el pensamiento, aunque lo logre solo en parte.
Escribo porque cuando me invade la torpeza, las debilidades, la dificultad para hallar la palabra indicada, precisa y oportuna no hay nadie delante, ni un oyente virtual esperando, a quien respeto.
En cambio, ante un lector ausente y futuro tengo la oportunidad de tallar las ideas y gestar un ser nuevo. Porque el temor de no saber o no poder decir se lo aguantan los grillos de mi cuarto y los fantasmas que ahuyento con el ventilador de techo y que no asustan a nadie más que a mí.
Porque puedo volver sobre el texto, borrar, reflexionar, tengo una oportunidad. En la voz no hay vuelta de hoja.
Escribo para ordenar la mente que alborotada y atiborrada anda a los tumbos; porque no entiendo el mundo y a veces las palabras me lo cuentan, lo descubren y lo espío por sus rendijas.
Escribo porque me duele adentro, porque estoy harta de mí y quiero irme lejos. Escribo porque llueve y porque no llueve, porque sí y porque no.
Porque a nadie le importa, lo hago sola, sin ruido, sin estorbar, sin censura previa, salvo la mía, claro. Escribo porque me canta un pájaro.
Cuando veo palabras en un charco, son las que flotan en los charcos de mis ojos, las tomo porque están allí desprovistas de paisaje de mar, de río y las llevo a las profundidades del agua y las libero. Lo que suelo olvidar es que siguen los dos charcos en mi cara y la tarea de rescate no termina.
Escribo para nada, publicar es otra cosa, escribir es decir en el silencio los alaridos, los cantos, las protestas, las pasiones, ejercer el derecho de expresión pincelando el pensamiento, no borrarse en el tiempo, testimoniar a la habladora que no calla. ¿O para qué me habla?
Escribir es decir: yo digo, no importa si no escuchan, digo. Después vendrá el compromiso con el arte. Pero antes es conmigo.
También es ser fiel a esa voz invisible que te dicta, de la que mucho no se habla, dicen que tal vez venga de un loco o loca sueltos. Será mejor o más fácil referirse a una única voz que nos habita, aunque en la intimidad escuché seres invisibles que merodean y escaparon de mí.
Escribir es animar a leerte y saber de tus pobrezas, de tus insuficiencias, de los demonios que te habitan. Espejo atroz de finísimo cristal en peligro de quebrarse y perderte en las fisuras.
Escribir es menos peligroso que leer y escuchar. Después de leer a quienes dicen bien, de escuchar a quienes tienen algo que decir, sucede que te atemoriza escribir, más aun hablar.
La suerte es que el miedo se te pasa, porque escribir es a solas, ya lo dije, solo tienes que atrever a verte en el papel, que es el cristal frágil del que hablaba.
1
Con la luz del sonido
voy a releer los textos
a borrar lo intocable
y tragar las sobras
tal vez
con esas acciones
la obra se incomplete lo necesario
te dejo
una hoja en blanco
para nacer hacia dentro
2
El lector se rasca para adentro
en secreto placer
sin culpas
decidí entrar a esa fiesta
escribo
para tener mi propia orgía
3
Siempre
hay un loro más orejudo que yo
posado en un vértice invisible
que escribe
la partitura del poema que sueño
Ámbar
Hace tiempo
alguien llora en mi casa
convertida en lámpara
la pinotea
lleva medio siglo lacerada
y aun llora en resina
sus aromas de menta
con estirpe de pino
con orgullo de bosque
el madero denuncia
la sierra del imperio
que abrió su corazón
y lo desangra
alguien llora
hace tiempo en mi casa
si hubiera un oxímetro
que amplíe su latido
el pulso de sus venas
habría oído el llanto
fue la fascinación del ámbar
que agudizó mis ojos
y hoy descubro
sus lágrimas fosilizadas
bajo su lumbre
arrimada a su pena milenaria
unas gotas salubres
empañan mi lectura
hoy no llora sola
la que llora en mi casa
La muerte es una metamorfosis
El oleaje pequeño del río
persiste
como albañil del agua
yo, hija de Leteo,
escucho su mensaje de olvido:
nada es quieto
ni forma permanente
dicen las arenas
un canto de agua
sobre el pentagrama de olas
insiste:
lo que es no quedará
alertadas mis manos
consteladas por la noche
se internan en el río
a cazar las estrellas de agua
los peces las pegan a sus escamas
se las llevan
y me recuerdan
que el brillo me es ajeno
entre aletas pregunto:
si no soy pájaro ni pez
si tan solo camino
a qué he venido
las manos del tiempo
dibujan una clave de sol en el viento
una mariposa sale de mí
no logra seguir su largo viaje
se posa
donde mejor se metamorfosea
Imagen provista por la autora