
Por María del Carmen Santos y Alexis Rasftopolo[1]. Misiones. Docentes y narradores orales.
“El viento borra las huellas de las gaviotas.
Las lluvias borran las huellas de los pasos humanos.
El sol borra las huellas del tiempo.
Los cuentacuentos buscan las huellas de la memoria perdida, el amor y el dolor, que no se ven, pero no se borran”
Eduardo Galeano, Huellas.[2]
El arte de narrar es tan antiguo como la historia de la Humanidad.
Según el teórico y psicólogo Jerome Bruner es el modo más remoto de ejercitar el pensamiento. A diferencia del pensamiento lógico-matemático, el narrativo sigue la lógica emocional y es clave en la construcción de la subjetividad.
Es el “hilo que teje el relato existencial y la estructura psicológica de cada sujeto”, dirá la narradora Ana Padovani[3]. Un hilo que se entrama con otros en la memoria colectiva.
La narración oral recupera la ronda como espacio comunitario de encuentro y convivio (Dubatti)[4] entre las personas, sus historias familiares, sus costumbres, sus creencias, sus miedos. Habilita la escucha pero también la posibilidad de nombrar/decir aquello que permanece en silencio y le da existencia semiótica en el orden real. Por eso la narración oral invita al encuentro en un espacio de participación plural y colectiva, y se convierte así en una acción modificadora y transformadora de la realidad.
Memoria-palabra-relato constituyen una tríada fundamental en la configuración socio-cultural de las diversas comunidades que han tenido y tienen lugar en el mundo.
Proyectándonos hacia las últimas décadas, Latinoamérica –especialmente Colombia Cuba y México- se ha convertido en un semillero de narradores orales que, desde diferentes corrientes y estilos, recuperan la oralidad de sus pueblos para conservar-recrear la memoria colectiva en sus mitos, relatos históricos, acontecimientos y ficciones.
Junto a la narración oral popular se ha desarrollado otra vertiente vinculada a la formación teatral, que concibe el trabajo del narrador en relación con los lenguajes escénicos e incluye en el repertorio la literatura de autor/ra. La profusión de grupos, escuelas, espectáculos, encuentros y festivales de narración oral que se da en nuestros días –en Argentina, sobre todo en los grandes centros urbanos- da cuenta de la expansión de la narración oral, que en nuestro país surgió en el ámbito académico, de la mano de Dora Pastoriza y Martha Salotti, quienes crearon en 1965 el Club de narradores en el Instituto Summa, de Buenos Aires.
En Misiones, en tanto, podemos citar como antecedente importante el Festival de narración oral “Tutú marambá”, coordinado por la narradora Gricelda Rinaldi, organizado por el Parque del Conocimiento, que lleva adelante hace más de una década la tarea de cultivar y difundir este arte escénico.
No obstante ello, la provincia misionera carece de otros espacios donde sea posible recuperar la práctica de este arte y antiguo oficio en una instancia de aprendizaje colaborativo, con el acompañamiento de otros/otras narradores/ras.
Tal como ya lo hicieron otras universidades[5] sostenemos la importancia de responder a la demanda local, en la provincia de Misiones, desde el Proyecto de Extensión Club de Narradores Orales, abierto a todos les interesades en construir, colectivamente, un espacio edu-comunicativo que permita trabajar y compartir saberes y habilidades en vistas de desarrollar la práctica de la narración oral, teniendo especial atención en las heterogeneidades experienciales, en las sabidurías y expectativas que cada participante comparte, en ese acto convivial del encuentro para compartir la escucha y la palabra.
En rigor, el Club de Narradores Orales se constituye en eso: un encuentro de presencias (Dubatti), ahora mediado por las plataformas que permiten los encuentros remotos –habida cuenta de la situación epidemiológica global- para la práctica y la escucha placentera de cuentos o relatos de origen autobiográfico y/o comunitario; poniendo en común ejercicios variados para, a partir de recuerdos evocados, anécdotas, e ideas variadas, propiciar las prácticas comunicativas del contar y contarse, generando espacios de sentido.
¿Por qué el nombre de Club de Narradores Orales?
El Club de Narradores Orales se denomina así, en homenaje a las pioneras Dora Pastoriza de Etchebarne y Marta Salotti quienes, en 1960, crearon el primer Club de Narradores Orales en el Instituto Summa de Buenos Aires.
Este proyecto de nombre homónimo, inició en 2019 en el seno de la Secretaría de Extensión y Vinculación Tecnológica de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones, bajo la dirección del antropólogo Guillermo Castiglioni, la Co-dirección y coordinación de la narradora María del Carmen Santos y la co-coordinación del comunicador social Alexis Rasftopolo; transitando ya por su quinta cohorte y reuniendo, determinados sábados por la mañana, a narradores/ras profesionales y en formación.
En efecto, en el transcurso de este tiempo, personas de diversas edades, lugares y disímiles experiencias socio-existenciales de la Argentina y de América Latina han participado de este espacio; en ese sentido, puede pensarse que la situación de proxemia obligada en la que nos encontramos, en vistas de la situación pandémica, permitió y permite que muchas personas se sumen a través de los encuentros virtuales. Además se han ido tejiendo redes con distintos espacios como la radio de la Universidad Nacional de Misiones, UNaM Transmedia, o la Red de Radios Escolares y Comunitarias de Misiones, por citar algunas, que permiten difundir la práctica de la narración a otros ámbitos y espacios comunitarios y socio-educativos.
El valor de la palabra en la comunidad; los recursos del narrador/ra, sus escenarios, repertorios y estilos; la importancia de la comunicación verbal y no verbal y diversos ejercicios a modo de caldeo, son algunas de las actividades que se llevan a cabo desde el Club, a partir de dinámicas lúdicas diseñadas bajo los lineamientos de la educación popular y el teatro. De este modo se intenta que les participantes puedan desplegar y desarrollar sus posibilidades y potencialidades creativas, por aquello de que:
“…toda persona es esencialmente creativa, el problema es que en el discurrir de la vida esa capacidad se va cercenando, mutilando y coartando. Es lo que el poder le va quitando al ser humano, creador por excelencia, porque es lo verdaderamente peligroso del ser humano. La creatividad subvierte y puede ser sospechosa, tiene que ver con la emoción rebelde que paraliza y molesta al pensamiento hegemónico…”[6]
El énfasis está puesto en poder construir un espacio que permita la narración de historias autobiográficas o bien la recreación de historias de la comunidad (del barrio, del pueblo), relatos ficcionales propios o, bien, textos de autor/ra.
Desde el Club se ofrecen rondas cuenteras gratuitas y abiertas que se constituyen en instancias de “entrenamiento”, a la vez que se tornan en un lugar de encuentro con la comunidad que acompaña las contadas a través del sitio de Facebook del Club de Narradores.[7] Todo esto, claro, se recupera posteriormente de manera de generar procesos de reflexión y re-pensar las prácticas narrativas desde sus aspectos conceptuales y técnicos.
Vivimos un tiempo de incertidumbres varias; atravesados por multiplicidad de pantallas, hipertecnologizado, en el que parece haber cada vez menos interés en la escucha, la palabra y los vínculos interpersonales.
Es decir, en las formas de comunicación directa.
El Club de Narradores Orales pretende ser, en suma, una suerte de cofradía donde cultivar el encuentro, la escucha y la palabra, de modo de aprender de las, los, les demás y no soslayar que, a pesar de tanta lógica individual y de tanta desdicha, nos necesitamos, para poder ser y proyectar nuestro modesto aporte, colectivamente.
En procura de un mundo mejor.
[1] María del Carmen Santos es Narradora oral. Máster en Libros y Literatura infantil y juvenil por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Profesora en Letras por la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales (FHCS-UNaM). Co-directora y Coordinadora del Proyecto de Extensión Club de Narradores Orales (FHCS-UNaM). Alexis Rasftopolo es Doctor en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC); Licenciado en Comunicación Social, docente e investigador por la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales (FHCS-UNaM). Co-coordinador del Club de Narradores Orales. Agradecemos muy especialmente a todes les participantes que hacen posible el espacio del Club.
[2] Galeano, E. (2016) El cazador de historias. Buenos Aires: Siglo XXI; p. 13.
[3] Padovani, A. (2014) Escenarios de la narración oral. Transmisión y prácticas. Buenos Aires: Paidós.
[4] Dubatti, J. (2015). Convivio y tecnovivio: el teatro entre infancia y babelismo. Revista Colombiana de las Artes Escénicas, 9, 44-54.
[5] La UBA y la Universidad Nacional de La Plata cuentan con cátedras abiertas y talleres de narración oral. Así también es posible observar este antecedente en otras instituciones como la Universidad Nacional de Río Cuarto, que ofrece talleres a cargo de narradoras orales.
[6] Bidegain, M. (2007) Teatro Comunitario. Resistencia y transformación social. Buenos Aires: Atuel, p. 35.